Hoy voy a escribir mi artículo en español, para practicar, por si acaso 3 o 4 lectores lo exigen y el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya se pone de su parte.
Es posible que
usted haya percibido antes la ironía que no del cambio de lenguaje y eso es
debido a que su cerebro asume los dos idiomas de forma indistinta, en una
fantástica simbiosis idiomática, al alcance de muy pocos.
El mejor ejemplo para
contar este fenómeno a las personas que, a través de la red, lean este artículo
más allá del Ebro es explicar la historia de mi generación o anteriores, que
recibimos la educación básica entre el franquismo e inicios de transición en un
solo idioma: el español.
Conservamos el
catalán por ámbitos familiares y éramos analfabetos de nuestro idioma en
nuestra propia tierra. Posteriormente algunos tuvimos dificultades para asumir
la gramática catalana, otros ya no pudieron.
En cambio nuestros
hijos, al educarse en escuelas públicas democráticas, dominan ambos idiomas de
forma indistinta, con nivel suficiente como para poder corregir las faltas ortográficas
de este artículo.
Esta evidencia,
común en millones de personas en Catalunya, es increíblemente obviada y
manipulada por gobiernos centrales y jueces títeres, a los que podemos
catalogar de doblemente ignorantes a pesar de sus formaciones académicas.
En primer lugar
porque las matemáticas son claras y si 27 personas dicen SI son un número
superior a las 3 que dicen NO, eso lo afirman incluso eminencias de la lógica
como Epi y Blas. En segundo lugar porque ignoran la ley más básica de la
democracia, que dice que la voluntad de la minoría nunca puede imponerse a la de
la mayoría.
Sentencias como la
de la inmersión lingüística le hace a uno perder las formas para dejar de lado
la corrección y la disfrazada neutralidad que conlleva opinar en un espacio público
como éste.
Soy consciente que
los malos economistas abundan, tanto en Catalunya como en España, que políticos
deshonestos hay en todas partes, pero puestos a elegir prefiero que me engañen
y me roben los de casa que no los fuera y, de paso, me ahorro, como mínimo,
tres conflictos: El de la educación, el de la lengua y la monarquía.
El español es una
de las lenguas más bellas, la he utilizado para cuentos y relatos y no tengo
intención de renunciar a ella, pero dejo claro que dentro de dos semanas
volveré a escribir mi artículo en el idioma de esta tierra, a menos que esos 3
o 4 lectores existan de verdad, me denuncien y el TSJC dicte sentencia obligándome
a hacerlo en español, cosa que me llevaría, como los maestros, a una lógica
insumisión.
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